Arte Contemporáneo

STATUS QUO - ARB

STATUS QUO

Alfredo Román Bulacio, Santa Cruz, Bolivia.

STATUS QUO - Cortesía: Alfredo Román Bulacio.

La obra STATUS QUO, presentada por el artista Alfredo Román, se construye a partir de una operación sencilla pero contundente, expone sobre uno de los símbolos más importantes que tiene un país: la bandera Nacional, esa construcción iconográfica convenida sobre una realidad.

Con solo torcer el mástil, Román logra desnudar lo que a todos nos aqueja pero a veces preferimos omitir. Siguiendo con el rigor formal que caracteriza las obras del artista, el mástil claudica de la mitad hacia arriba, aludiendo a todo aquello que busca perpetuarse aun a sabiendas que las condiciones hacen que todos los intentos se vean forzados.

Georgina Ieraci Licenciada en Bellas Artes Universidad Nacional de Rosario. Santa Fe, Argentina.

STATUS QUO - Cortesía: Alfredo Román Bulacio.

Claes Oldenburg 1929-2022

Claes Oldenburg, el principal escultor de arte pop que convirtió hamburguesas y gomas de borrar en caprichosos tótems del siglo XX, falleció a los 93 años

claes oldenburg - diseñobolivia.com



Las monumentales y divertidas esculturas al aire libre de Oldenburg se pueden ver en todo el mundo.

El artista pop Claes Oldenburg, conocido en todo el mundo por sus caprichosas esculturas públicas que representan objetos cotidianos (una pinza para la ropa, una cuchara con una cereza e incluso un inodoro), murió a los 93 años.

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“Estoy profundamente entristecido por la pérdida de Claes Oldenburg, un gran artista y también un buen amigo”, dijo su galerista Paula Cooper a db "Fue emocionante trabajar con Claes, cuya extraña visión de las cosas era encantadora y podía cambiar completamente el estado de ánimo de uno".

Cuando Cooper conoció a Oldenburg, a mediados de la década de 1960, "ya era una fuerza notablemente fuerte entre sus compañeros", dijo. "El trabajo inicial sorprendentemente original fue muy influyente en muchos artistas que fueron informados por su libertad de pensamiento y modo radical de expresión".

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Oldenburg también había trabajado con la mega galería Pace desde 1960. En un comunicado, el fundador de Pace, Arne Glimcher, dijo que estaba “honrado de tener esta gran amistad con uno de los artistas más radicales del siglo XX. Además de su papel inextricable en el desarrollo del arte pop, cambió la naturaleza misma de la escultura de dura a blanda, y su influencia se puede ver hasta el día de hoy”.

Oldenburg trabajó con frecuencia con su esposa, Coosje van Bruggen, quien murió en 2009, para producir esculturas monumentales, que ahora se exhiben de manera destacada en museos y jardines públicos de todo el mundo. Cuando comenzó su colaboración con van Bruggen, “el trabajo se volvió más grandioso y audaz”, según Cooper.

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El Museo de Arte Moderno realizó una segunda retrospectiva del trabajo de Oldenburg en 2013, mientras que el Whitney realizó una en 2009, consolidando el estatus del artista como un peso pesado del pop art junto a Robert Indiana, Roy Lichtenstein y Andy Warhol.

Oldenburg nació en 1929 en Estocolmo. Pasó gran parte de su infancia viviendo entre los EE. UU., Suecia y Noruega debido al trabajo de su padre como diplomático sueco. Oldenburg estudió en la Universidad de Yale, donde se centró en la escritura antes de asistir a la Escuela del Instituto de Arte de Chicago.

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En 1956 se mudó a Nueva York, donde quedó fascinado con la estética de las calles de la ciudad: escaparates, grafitis, anuncios y basura. Unos años más tarde, abrió su programa "The Store", una tienda tipo bodega en pleno funcionamiento en el Lower East Side de Manhattan, donde vendía helados, naranjas, cigarrillos, sombreros y zapatos, todo moldeado en yeso.

Una de las obras de ese programa, Yellow Girl's Dress, se vendió por 1,7 millones de dólares en Sotheby's Nueva York en 2008. Al notar la rareza de una obra de "The Store" en el mercado, el ex especialista contemporáneo de Sotheby's, Anthony Grant, le dijo previamente a Artnet News que Claes “fue realmente el escultor de ese movimiento pop de primera generación”.

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El precio más alto hasta la fecha por una obra de Oldenburg en una subasta es de 3,6 millones de dólares, alcanzado en Christie's Nueva York en 2015 por Clothespin Ten Foot (1974).

En comparación con los elevados precios alcanzados hasta la fecha por muchos de sus colegas artistas pop, el mercado de Oldenburg puede parecer relativamente modesto. Los observadores dicen que esto se debe a la escasez de material preparatorio como dibujos y maquetas en el mercado, así como al desafío de poseer y mantener grandes esculturas al aire libre.

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Como resultado, muchas de sus obras son coleccionadas por instituciones. Spoonbridge and Cherry (1985), por ejemplo, una enorme escultura de una cuchara con una cereza en la parte superior que se inclina hacia un lago, es una de sus obras más queridas y de van Bruggen y se exhibe a largo plazo en el Walker Art Center en Minneapolis. , que lo posee.

La primavera pasada, se presentó una enorme paleta de jardín en el Rockefeller Center, lo que marcó la primera instalación pública de Oldenburg y Van Bruggen en la ciudad de Nueva York en más de 20 años.

Como informó Artnet News en marzo pasado, la “herramienta de jardinería cómicamente sobredimensionada, una pala de 2,300 libras hecha de aluminio, plástico reforzado con fibra y acero, mide más de 23 pies de altura y puede soportar vientos de más de 120 millas por hora. hora."

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En 2002, una versión roja de la obra estuvo a la vista como parte de la exposición del Museo Metropolitano de Arte "Oldenburg y Van Bruggen en el techo". Se exhibió junto con Architect's Handkerchief (1999), Corridor Pin, Blue (1999) y Shuttlecock/Blueberry Pies I y II (1999). En ese momento, Plantoir se instaló en lo alto del edificio del museo con el telón de fondo de Central Park.

Oldenburg expuso por primera vez en una colectiva en 1953 en Chicago. Hasta que pudo empezar a vivir de su obra se ganaba la vida en el departamento de música de una librería y como ilustrador para una revista, informa el Museo Guggenheim Bilbao sobre este escultor, al que dedicó una retrospectiva en 2012 con unas 300 piezas. “El artista es una máquina, pero una máquina humana, hipersensible, su oficio es el equilibrio y lucha con su ambiente afirmando aquello que falta”, proclamó sobre su carrera.

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Aunque sin llegar al extremo de la lata de sopa Campbell’s inmortalizada por su colega Andy Warhol, los objetos que insuflaron la obra de Oldenburg dieron una dimensión cotidiana a la escultura pop de la segunda mitad del siglo XX. Se dio a conocer en 1961, con la instalación The Store (La tienda), que pudo visitarse durante dos meses en un establecimiento de Manhattan. En ese local amontonó vestidos, camisas, zapatos, sillas, cuchillos, tartas, pero realizados con alambres, papeles de periódicos, escayola y pintura. Una propuesta que se convirtió en un lugar de moda para comisarios, coleccionistas y artistas. Poco después, en 1962, presentó una de sus piezas más célebres, Dos hamburguesas con queso, con todo, una escultura que representaba el epítome de la comida basura.

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En 1964 fue seleccionado para la colectiva que representó a Estados Unidos en la Bienal de Venecia y al año siguiente empezó a crear sus primeras propuestas de monumentos urbanos de gran tamaño, siempre con ironía, humor y el colorismo del pop, en parques y jardines de ciudades. Oldenburg desplegó en esos lugares objetos a gran escala, como cucharas, peines, helados, sellos de goma, billetes... “Supongo que hay cierta ironía en mi trabajo, es además la forma en que yo miro al mundo. Soy serio, pero me doy cuenta de que el mundo es divertido y me sería difícil vivir sin ver ese lado de las cosas, sus contradicciones”, afirmaba sobre su manera de concebir el arte.

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En 1966 presentó por fin su primera gran exposición individual en el Moderna Museet, de Estocolmo. A partir de ahí se convierte en un artista reconocido, del que en 1977 el Pompidou muestra otro registro, con una recopilación de sus bocetos, estudios y dibujos. Sobre esos trabajos, declaraba entonces: “El dibujo me ha servido como campo de batalla para el estilo”.

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A mediados de los setenta empezó a colaborar con la historiadora del arte, escultora y crítica belga Coosje van Bruggen, su futura pareja, en proyectos a gran escala para espacios públicos. Como ejemplo, en Madrid instaló en 1986 en el Palacio de Cristal del Retiro una gran navaja de 12 metros de largo que también representaba un barco, una obra que había presentado previamente en Venecia. “Sólo me interesaba exponer esta embarcación, que es también una escultura, en un lugar interesante en sí mismo”, declaró entonces sobre la presencia de esta pieza en el parque madrileño.

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Sin embargo, algunas de sus propuestas quedaron en proyecto, puede que por demasiado radicales: así sucedió con su intento de colocar en Washington un par de tijeras gigantes. El propio Oldenburg explicó en qué basaba la idea: los dedales para asir el útil estarían enterrados en profundos canales, y las dos hojas, expuestas, se abrirían y cerrarían en el transcurso del día. “Como las tijeras, EE UU está atornillado”, escribió en 1973, en el catálogo de una exposición en Chicago. “Son dos partes violentas destinadas en su arco a encontrarse como una sola”.

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En 1995, el Guggenheim neoyorquino le brindó una gran retrospectiva, con unos 200 objetos, entre los que destacaba una pluma de bádminton de unos 15 metros de alto que se desplegaba por el hueco de la escalera en espiral que diseñó Frank Lloyd Wright. Otras significativas exposiciones llegaron en 2001, en el Museo Serralves de Oporto, y en 2006 en Turín. Al año siguiente, entre numerosos encargos y el reconocimiento internacional, la pareja de artistas recaló en la Fundación Miró, en Barcelona, con 200 obras. Sobre esa forma de trabajar, Van Bruggen decía que se trataba de “un diálogo que avanza como un partido de pimpón, adelante y atrás hacia la cristalización definitiva, primero en un esbozo, luego en un estudio, un modelo tridimensional o una configuración dinámica por ordenador, siguiendo un método que privilegia las sensaciones al análisis, a diferencia del planteamiento totalmente racional de la realización práctica”. En 2013, el MoMA le dedicó su gran exposición de verano.

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Oldenburg es considerado como el creador de una obra pública sin parangón: mucho más allá de producir objetos para galerías y museos, y eventualmente para subastas y colecciones, el artista diseminó su creación en espacios de grandes ciudades, como una peculiar vegetación artística salida de las raíces del asfalto. Hoy pueden verse obras suyas, además de en Nueva York y Chicago, en Las Vegas, Kassel, Roterdam, París, Berlín, Milán, Barcelona... Una huella como artista con forma de gran cucurucho de helado, hamburguesas gigantes o un enorme teléfono, las conocidas como sus esculturas blandas, una visión con humor y color de lo más cotidiano y una reflexión sobre nuestra relación con esos objetos.


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2022

Cristian Laime Yujra - Pintura

Cristian Laime Yujra

Pintor, La Paz, Bolivia 1988.

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Polos Opuestos - Óleo sobre lienzo - 215x165, Cortesía: Cristian Laime Y.

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La Piedad - Óleo sobre lienzo - Cortesía: Cristian Laime Yujra

La hermosa representación de una chola ataviada con metros de nylon, con esos que cubren las chiwiñas, esa suerte de paraguas andino contra el sol, pero de proporciones colosales, fue la imagen que captó la atención de los amantes de la pintura en plena pandemia. Dicha obra de arte no podía pertenecer a alguien que no sienta orgullo de sus raíces. Su nombre, Cristian Laime Yujra, nacido en Puerto Carabuco, a orillas del lago sagrado Titicaca, un 9 de abril (día de la Revolución Nacional del MNR) de 1988. Sorpresa, se trataba de un personaje muy joven. Y lo imaginamos niño de abarcas, con los cachetes quemados por el sol, acompañando a su madre en la pesca y cosecha.

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Poder - óleo sobre lienzo - 180x100cm - Cortesía: Cristian Laime Y.

El padre había marchado lejos. Y en esa tarea por buscar mejores días, él y su disgregada familia se mudaron a una casa en la zona Pacajes de la urbe alteña; siempre fue introvertido, cosa que aún le cuesta superar. “Ser hijo único y huérfano de padre, te puede enfrentar a muchas cosas difíciles, como la discriminación o el bullying, cosa que era muy habitual, pero también te enseña a valerte por ti mismo, a no conformarte con lo que tienes, sino aspirar a ser algo más, a buscar el progreso no solo por ti, sino por un futuro mejor para tu madre”, confiesa el joven artista.

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La pregunta obligada tiene que ver con su cercanía al arte. “Desde que tengo uso de memoria, siempre tuve una afición por el dibujo, los colores y las formas; casi por instinto, dibujar unas veces en la escuela y muchas más en casa, hacían mis días más entretenidos. Hoy veo mis dibujos de niño y me siento casi un arqueólogo, había creado una especie de lenguajes que hablan de lo que veía, pensaba y quizá sentía”, respondió. Y ya más confianzudo, empezó a dar su visión sobre el oficio al que ve como una extensión más de su pensamiento, “supongo que el arte no es un mero acto de hacer un objeto agradable a la vista o que contenga ciertas características estéticas, tal vez es el momento que antecede al objeto, el instante en que canalizas tu vida misma, ese instante único y casi milagroso de tu existencia en el universo”.

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Proto-burgués, Óleo sobre lienzo - 170x100cm - Cortesía: Cristian Laime Y.

Cristian pertenece a una generación con grandes inquietudes, cosa que se creía perdida y sepultada. El 2007, como flamante bachiller, se había anotado a la Academia Nacional de Bellas Artes (ANBA), y viajaba con sacrificio todos los días desde su nueva casa en Río Seco (El Alto) hasta la sede de aquella institución en Sopocachi (La Paz). Bajar desde allí fue un shock social, así lo dijo. “Había personas de todo estrato, comprendí que casi vivíamos en mundos diferentes y en esa variedad había un ánimo de competitividad, lo cual me ayudó mucho. Cada uno quería ser el ícono del arte en Bolivia, todos creíamos tener la clave, todos aprendíamos el uno del otro. Fueron años maravillosos y con mucha sed de conocimiento”. Cristian es un insigne defensor de su amada ciudad a 4.100 metros de altitud.

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“El Alto para mi representa un contraste, una lucha constante entre la modernidad y el mantener vivas las identidades culturales que la componen; es una mancha urbana apresurada, resultado de siglos de colonización y de sincretismo cultural; es una ciudad que aún no define un horizonte común, que aún está en proceso de construcción; es como un gran campamento de paso, siento que la gente está a la espera de que algo va a cambiar y a transformar sus vidas”, responde y resulta más que encantadora la visión acerca de su entorno, sobre todo para aquellos que son ajenos, en estos tiempos de estigmas sociales que intentan marcar a los habitantes de esa metrópoli luchadora

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“Hay una nueva generación de artistas en nuestro país que representa con creces los destinos esenciales del pensamiento y la creatividad contemporánea. Lo manifiesta su obra influida definitivamente por su lectura de la realidad y su capacidad de representarla” Javier Fernández (sobre el trabajo de Laime.)

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Carlos II y sus Cholitas - Óleo sobre lienzo, Cortesía: Cristian Laime Y.

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Románce cósmico - óleo sobre lienzo - 170x110cm - Cortesía: Cristian Laime Y.

El paceño ganó el Gran Premio del concurso municipal de artes plásticas con su obra “Himno Nacional, coro general”, sobre conflictos sociales. “La pieza trata de la viuda de una víctima de Octubre Negro, aunque tomé como puntos de referencia diferentes conflictos sociales pasados y actuales, así como la molestia general de la población”, Cristian Laime.

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Decolonización - Óleo sobre lienzo, Cortesía: Cristian Laime Y.

Laime nació en 1988, en La Paz. Estudió pintura en la Academia Nacional de Artes Hernando Siles y escultura en la Universidad Pública de El Alto. En sus 10 años de carrera artística ganó el primer premio del VI SALÓN ANBA (2010), el segundo premio del Concurso Nacional de Arte Pintura Alberto Montes de Oca (2012) y el primer lugar de Pintura en la categoría Artes Plásticas del Premio Plurinacional Eduardo Abaroa (2013), entre otros reconocimientos.

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Fiesta y poder - 215 x 305cm - Óleo sobre lienzo - Cortesía: Cristian Laime Y.

“Nos hemos vestido de plástico, hemos vestido a la Pachamama de plástico”, Cristian Laime

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Plastic Pachamama Green - 200x180cm - Óleo sobre lienzo - Cortesía: Cristian Laime Y.

Dotado de una técnica realista y explotando el claroscuro, Laime pinta mujeres, aunque él aclara –y se advierte en sus obras- que la imagen recurrente y mayor fuente de inspiración es la de su madre.

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La Democradura - 145x89cm - Óleo sobre lienzo - Cortesía: Cristian Laime Y.

El artista capta la transparencia y el reflejo de plásticos inmensos que cubren a su madre y a la Pachamama: “Una madre resume la esencia de la Madre Tierra, como dadora de todo”.

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La Soleá - 180x120cm - Óleo sobre lienzo - Cortesía: Cristian Laime Y.

Su obra refleja la contaminación con plastico en cada nuevo paisaje cotidiano, irrefrenable y que enferma a la tierra, pero también retrata mujeres junto a esos plásticos que parecerían gozarlo.

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Míticas Sirenas Quesuintuu Yumantuu - Óleo sobre Lienzo - Cortesía: Cristian Laime Y.

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Pachamama Durga - Óleo sobre lienzo - Cortesía: Cristian Laime Y.


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2022

Roberto Valcarcel 1951-2021

Roberto Valcarcel

ARTISTA

Bolivia

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Roberto Valcárcel Möller (La Paz, 19 de agosto de 1951 - Santa Cruz, 25 de julio de 2021) fue un artista y escritor boliviano.

Es considerado el máximo exponente de Bolivia en materia de arte experimental y conceptual.​

Conferencista y Creático. Fundó la Sociedad Interplanetaría de Artistas Galería EMUSA, La Paz 1984.​

El movimiento Erótico Bienal de São Paulo 1983 y el Banco Nacional de Ideas, Santa Cruz, 1992.

Vivía en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra desde 1993, donde desarrolló una fructífera carrera en el arte y la docencia.

ROBERTO VALCARCEL BOLIVIA

Nació en la ciudad de La Paz, en el barrio de Sopocachi. Estudió en el Colegio Alemán de La Paz y posteriormente se formó en la localidad de DarmstadtAlemania, donde estudió Comunicación Visual y Arquitectura

En 1993 fue invitado por el director de la Casa de la Cultura de Santa Cruz de la Sierra, Marcelo Araúz para dar clases de Dibujo y Fotografía, un grupo de alumnos le consiguieron inmediatamente una residencia y trabajo, para luego alargar su estadía. De personalidad perceptiva o sensible, motivado por ello, Roberto decidió quedarse a vivir en Santa Cruz de la Sierra

ROBERTO VALCARCEL BOLIVIA

Otro aspecto fue que en La Paz no me sentía a gusto. Tal vez por mi personalidad más perceptiva o sensible. Tal vez debido a una larga estadía en Europa, donde la gente no se agarra a patadas en las calles. Yo notaba que La Paz era una ciudad muy agresiva, había agresividad pasiva, una supuesta capa de educación en las secretarias, instituciones públicas, oficinas, etcétera, había eso de ‘permiso’, ‘disculpe usted’… pero en el tono de voz y las actitudes se percibía una actitud agresiva, atropelladora, negativa… Puede ser que yo esté enfermo de la mente y haya sido un rollo mío que necesita psicoanálisis, pero eso me hacía sentir incómodo allá. En La Paz tengo maravillosas amistades, gente de gran calidad humana, pero la ciudad como tal, como entorno, la sentía sumamente pesada y no me sentía integrado a esa sociedad cuando yo notaba, por debajo de la piel, la lucha de clases. Mientras que la percepción mía acerca de Santa Cruz era que la gente vivía y dejaba vivir, cada uno preocupado por sus asuntos, cada uno buscando progresar o divertirse, pero no preocupados por trancar al otro o poner zancadillas. En Santa Cruz sentí las cosas más livianas, simples y más agradable..

Roberto Valcarcel.

ROBERTO VALCARCEL BOLIVIA
ROBERTO VALCARCEL BOLIVIA

Valcárcel se ha manifestado en una diversidad de técnicas y medios, trabajando con procedimientos no tradicionales, Arte Experimental con materiales de desecho reutilizados, el arte conceptual5​ y las instalaciones, arte efímero, tanto en términos materiales como en temporales, eventos, acciones y performance. Sus espacios a veces crean un efecto trompe l'oeil, como en la serie Caras-rostros. Su pintura Bolívar, 1994 usa todas estas técnicas para criticar las múltiples interpretaciones del héroe nacional.

Se destaca en el arte conceptual e hiperrealista, en un contexto agudamente crítico, al mismo tiempo de abrir nuevos terrenos en el arte boliviano. Sus piezas que denuncian las dictaduras militares del país se aproximan a los estilos alemanes de Darmstadt y Düsseldorf, como en el Campo de alcachofas, 1981.6

Entrenado como arquitecto, Valcárcel combina colores intensos con notable uso de la Ilustración para parodiar la satisfacción de la clase media y explorar las relaciones simbióticas entre un individual y su ambiente.

ROBERTO VALCARCEL BOLIVIA
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Libros

  • 1995: Manual de Creatividad

  • 1996: BOLIVIA: Crear para Sobrevivir

  • 1996: Valcárcel

  • 2008: Tomo 1: Producción artística

  • 2008: Tomo 2: Textos acerca del arte y la creatividad

Exposiciones Colectivas

ROBERTO VALCARCEL BOLIVIA
ROBERTO VALCARCEL BOLIVIA
ROBERTO VALCARCEL BOLIVIA
ROBERTO VALCARCEL BOLIVIA
ROBERTO VALCARCEL BOLIVIA
ROBERTO VALCARCEL BOLIVIA
ROBERTO VALCARCEL BOLIVIA

Roberto Valcárcel: El arte debe declararle la guerra al “buen gusto”

Lugar no lugar - Alfredo Román Bulacio

“Lugar no lugar” - Alfredo Román Bulacio

Arte digital - 2020

Bolivia

Lugar no lugar -  Cortesía: Alfredo Román Bulacio

Lugar no lugar - Cortesía: Alfredo Román Bulacio

Lugar no lugar -  Cortesía: Alfredo Román Bulacio

Lugar no lugar - Cortesía: Alfredo Román Bulacio

Texto cortesía de: Lesly Moyano**

“Sentimientos durante la cuarentena COVID-19” es el enunciado que inspira la propuesta de Román que nos invita a reflexionar sobre aquellos sentimientos a través de los cuales, bajo una cuarentena obligatoria, obligados a abandonar el afuera y habitar el adentro, empezamos a escribir, re-escribir o de-escribirnos en un relato que nos enfrenta, por un lado, con nosotros mismos y por otro, con el otro.

El cuerpo, postula Marc Augé en su libro “Los no lugares. Espacios del anonimato” (pág. 66) es un “espacio compuesto y jerarquizado que puede recibir una carga desde el exterior”. Es justamente esa mirada constituida como una “carga del exterior” y propuesta en esta obra, que nos sitúa desde un punto de vita subjetivo a dos ventanas, dos exteriores de un interior cifrado por una rejilla, típica de los hogares alojados en el centro de alguna ciudad cualquiera. Típicas, si, pero individualizadas en la forma de su estructura metálica: los órganos reproductivos de una mujer y un hombre. Dos características que definen, en la tradición cultural binaria, dos tipos de humanidad. Dos tipologías culturales, dos imágenes cuya estructura visual está construida en base a un código binario y que representan dos lugares, ¿No lugares?

Pues. ¿qué serían los lugares, no lugares?

“Ciertos lugares no existen sino por las palabras que los evocan, no lugares en este sentido o más bien lugares imaginarios, utopías triviales, clisés” dice Marc Augé en su libro, y, en este sentido, las dos ventanas con sus rejas típicas estructuran dos formas que representan dos palabras las cuales definen el lugar que cada quién ocupa en la cultura, cualquier cultura. Pero, ¿en qué momento estos lugares definidos se transforman en no lugares? ¿lugares de utopías triviales? Pues se transforman desde el punto de vista en el cual Román sitúa nuestra mirada que devendría, como plantearía Augé a propósito de la mirada baudelairiana, como “un movimiento que vacía de todo contenido y de todo sentido el paisaje” – en este caso un paisaje urbano configurado por el exterior de dos ventanas- “y la mirada que lo toma por objeto”. La mirada nuestra de la mirada propuesta por Román “puesto que, precisamente la mirada se funde en el paisaje y se vuelve el objeto de una mirada segunda e inasignable: la misma otra”.

Esta forma de mirar la mirada es la que transforma estas dos ventanas, estos dos lugares del mandato social, bajo la palabra que las define, en “no lugares”.

Y podríamos decir que la mirada de la mirada cuestiona, por un lado, las construcciones culturales desde el órgano biológico, y por otro, nos devela una forma interesante de aproximación a nuestra estrecha relación con las ventanas: los últimos meses hemos experimentado el distanciamiento social, un ejercicio de espacialidad física, pero que al mismo tiempo ha ido achicando el espacio global por medio de la virtualidad de las ventanas. Las de discursos que encierran otros discursos: podríamos pensar en los cuadros ventana de Dalí o Magritte, o en la mítica exposición fotográfica “espejos y ventanas” curada por John Szarkowski en 1960 en el MOMA. Podríamos también citar el sinfín de fotografías de ventanas y vistas de ventanas compartida por miles de usuarios de la imagen alrededor del mundo durante sus respectivas cuarentenas por el COVID-19 en Instagram.

La ventana, R. Magritte, 1925

La ventana, R. Magritte, 1925

“La figure a la finestra” - Salvador Dalí

“La figure a la finestra” - Salvador Dalí

John Szarkowski, Window, 1960

John Szarkowski, Window, 1960

** Lesly Moyano es Licenciada en Bellas Artes, fotógrafa, curadora de arte contemporáneo y colaboradora de @everydaybolivia . Trabajó como fotoperiodista para medios de prensa en Santa Cruz. Su trabajo explora los paisajes domésticos y cotidianos como una forma de significar sus mundos inmediatos. Actualmente, la maternidad es uno de esos mundos.


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2020

José Ballivian

José Ballivian, La Paz, Bolivia

Nike-Chola, José Ballivian, 2015

Nike-Chola, José Ballivian, 2015

José Ballivian es un artista contemporáneo nacido en La Paz, que forma parte de la primera generación de artistas neoconceptuales de su país.

En 1997 inició sus estudios de Ciencias de la Comunicación Social en la Universidad Mayor de San Andrés (AMSA), pero luego descubrió su pasión por las artes visuales y decidió ingresar a la Academia Nacional de Bellas Artes Hernando Siles.

Su desempeño profesional oscila entre su trabajo como artista y como curador independiente. Siendo aún alumno de la Academia de Arte, fue elegido en 2000 para formar parte del Salón Nacional Pedro Murillo, y, en 2001, de la Bienal Internacional de SIART. Ambos produjeron una motivación especial y despertaron una pasión que empaparía su vida de arte.

Ballivian busca el diálogo en su obra de arte. Un diálogo íntimo consigo mismo, rebuscando para conocerse a sí mismo y a los demás, al espectador, para que sea capaz de decodificar su mensaje y reproducirlo a su manera. Busca el encuentro con territorios estéticos, entendidos desde los paisajes del cuerpo, y la naturaleza híbrida para captar la esencia del movimiento de la materia, del mundo cotidiano hacia escenarios expositivos.

En esta investigación permanente, utiliza todos los recursos a mano, definiendo la creación artística como “pequeñas nubes que cambian con la velocidad del viento. A veces, estas nubes se transforman en nubes tormentosas; la causa y el efecto sobre la vida misma. Este efecto de alguna manera le dio un equilibrio emocional a mi forma de percibir mi entorno durante el momento productivo ”. Su obra de arte ha ido cambiando a lo largo del tiempo, de un trabajo más complejo e intenso a piezas más controladas, tratando de tomar todo el tiempo necesario para definir el producto final. Su producción se basa en temas que pasan por lo popular, lo marginal y lo híbrido, representados en múltiples formas como el dibujo, la escultura, la instalación, la performance y los videos de arte.

Estos múltiples estilos le permitieron convertirse en un artista global que puede encontrar temas sociales desde diferentes ángulos expresivos. Ballivian es muy riguroso con su trabajo. Sigue una serie de pasos para llegar al punto explosivo de una pieza, pero la disciplina es fundamental: ser exigente consigo mismo. Se adapta a los tiempos productivos necesarios, en todas las técnicas que utiliza, para finalizar cada pieza, como también detiene la acción por algunos instantes para ganar espacio de contemplación y encontrar idea con materia. En algunas ocasiones, ha pasado 14 horas al día creando algún dibujo.

José Ballivian, La Paz, Bolivia.

José Ballivian, La Paz, Bolivia.

Jose Ballivian, La Paz, Bolivia.

Jose Ballivian, La Paz, Bolivia.

Autoretrato con cigarro, Jose Ballivian, La Paz, Bolivia.

Autoretrato con cigarro, Jose Ballivian, La Paz, Bolivia.

Jose Ballivian, La Paz, Bolivia.

Jose Ballivian, La Paz, Bolivia.

Jose Ballivian, La Paz, Bolivia.

Jose Ballivian, La Paz, Bolivia.

Jose Ballivian, La Paz, Bolivia.

Jose Ballivian, La Paz, Bolivia.

Jose Ballivian, La Paz, Bolivia.

Jose Ballivian, La Paz, Bolivia.

Jose Ballivian, La Paz, Bolivia.

Jose Ballivian, La Paz, Bolivia.

Jose Ballivian, La Paz, Bolivia.

Jose Ballivian, La Paz, Bolivia.

Jose Ballivian, La Paz, Bolivia.

Jose Ballivian, La Paz, Bolivia.

Jose Ballivian, La Paz, Bolivia.

Jose Ballivian, La Paz, Bolivia.

Jose Ballivian, La Paz, Bolivia.

Jose Ballivian, La Paz, Bolivia.

Jose Ballivian, La Paz, Bolivia.

Jose Ballivian, La Paz, Bolivia.

Jose Ballivian, La Paz, Bolivia.

Jose Ballivian, La Paz, Bolivia.

Jose Ballivian, La Paz, Bolivia.

Jose Ballivian, La Paz, Bolivia.

Sin Titulo (cascaras de naranja)

Andres Bedoya, Sin título (cáscaras de naranja)

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Esta escultura consiste en cientos de cáscaras de naranja tejidas a través de yawris instalados en una pared en un patrón de grilla. Las cáscaras son un producto de desperdicio a menudo vistas colgando en los laterales de los carros ambulantes de venta de jugo.

Los yawris son usados para cerrar los sacos de tela en los cuales las frutas y los ve-getales son transportados a los mercados al aire libre. El material orgánico se subleva al orden rígido mientras se transforma al secar. El aroma atraviesa el espacio moviendo el trabajo más allá de lo visual.

Esta pieza emplea elementos que pueden ser considerados iconografías accidentales de la ciudad de La Paz. En otras palabras, materiales e ítems que existen en espacios no relacionados a una producción cultural formal pero que se convierten en una parte integral de los lenguajes visuales locales.

Andres Bedoya, Bolivia

Sin título (cáscaras de naranja)

Técnica: Escultura

Material: Cáscaras de naranja, agujas largas llamadas “yawris”

Dimensiones: 70cm x 190cm

Año: 2017